Un rumor corrió como el viento entre los analistas cuando visualizaron este teslablog (el primero que transcurre fuera de la supuesta habitación del hotel New Yorker): “Eso no es el Waldorf-Astoria”.
Y no se debe a que la recreación del mobiliario del mítico hotel neoyorkino sea dudosa, ni a que se trate de un escenario extraño en la vida del inventor, que residió en sus habitaciones durante un importante periodo de su vida. No, la duda acerca de la veracidad del escenario de este teslablog surge por una frase del inventor sobre el camarero que lo atiende: “¡y además lleva el pelo largo!”. No era necesario, pero los analistas escarbaron en el registro de empleados del famoso hotel y, como era de esperar, comprobaron que su dirección jamás contrató camareros con pelo largo, algo impensable en su escogida plantilla de trabajadores -claro que, a saber qué entiende Tesla por pelo largo-.
Esto ha llevado a muchos analistas a defender que este teslablog es un montaje urdido por el propio Tesla, en un baldío intento por rememorar los días de gloria, aquellos en los que el Waldor-Astoria se enorgullecía de contar entre sus residentes con el mismísimo Nikola Tesla.
Pero lo que sí aparece fielmente recreado es el detallado ritual que ejecutaba el inventor en cualquier cena o comida: una mesa separada para él solo; una cena muy ligera a base de sopa, una sola pieza de carne o ave, un vaso de vino suave y una manzana cruda; dieciocho servilletas para limpiar, tres veces, cada uno de los cubiertos de la mesa; un cubo para desechar las servilletas una vez empleadas; y, por supuesto, el inevitable cálculo mental del volumen de alimento que el inventor debía realizar antes de ingerirlo.
Sí: para cualquier mortal pueden tratarse de extrañas e incomprensibles manías, pero Tesla era un personaje singular donde confluían curiosas fobias, una inusual capacidad para tener visiones extremadamente reales y un sinfín de obsesiones. Pero de todo esto hablará el propio Tesla en el próximo teslablog. Permanezcan atentos.