Posiblemente, si viviera, Tesla sería el único ser humano que no tendría en la parte trasera de su escritorio un gurruño de cables correspondientes al ordenador, la impresora, el escáner, los altavoces, etc. Y por dos razones: él nunca habría tolerado tal desorden y, sin duda, todos sus aparatos estarían siempre cargados sin necesidad de cables. De hecho, la electricidad inalámbrica, es decir, la capacidad para transmitir energía eléctrica sin necesidad de cable alguno, fue uno de sus sueños más obsesivos y persistentes a lo largo de su vida (y eso que tuvo unos cuantos).
Para Tesla, que recordemos fue la primera persona en patentar un dispositivo manejado a distancia por control remoto, era cuestión de tiempo lograr no solo dirigir objetos a distancia, sino también poder alimentarlos eléctricamente, sin necesidad de estar anclados a un enchufe o a una batería. Pero algo debió fallar en la predicción de Tesla porque más de cien años después – en plena era de la comunicación inalámbrica – debemos seguir enchufando nuestros dispositivos a la red eléctrica o contar con un buen número de pilas o con una batería de larga duración si queremos que estos tengan vida más allá del cable. Pero, ¿por qué?, ¿por qué tenemos radio, control remoto, televisión vía satélite, Internet por wireless, etcétera, y no tenemos electricidad inalámbrica?, ¿por qué no existe la Wi-tri-ci-dad? (y perdonen el palabro).
Pues en realidad – y como bien reconoce el propio inventor en este último teslablog – la witricidad sí que existe, y de hecho incluso se comercializa, aunque de momento su alcance se limita a entornos pequeños como puedan ser el hogar y la oficina.