Cuando, en 1968, aproximadamente dos décadas después de su descubrimiento, la Oficina de Inteligencia Científica de Estados Unidos logró descodificar la cinta de vídeo VHS hallada en el escritorio de Nikola Tesla dos días después de su muerte oficial, el desconcierto y la incredulidad fueron absolutos (ref. NewYorker3327). Pero, al menos, los analistas tenían algo claro: el sistema secuencial de grabación supuestamente inventado por Tesla no dejaba duda respecto al orden cronológico en el que habían sido grabados los documentos que, con el tiempo, pasaron a denominarse teslablogs. Y este era el primero de ellos.
En este prólogo, un Tesla asombrosamente joven (la fecha de grabación real se desconoce) comenta entre admirado y curioso las bondades de cierto sistema actual extraordinariamente similar a uno de sus viejos proyectos inacabados, “el sistema mundial de transferencia de inteligencia”. Aunque reconoce que ahora lo llaman Internet.
Internet. La base de cualquier blog. Esto hace todo más extraño, ya que en 1968, cuando por primera vez los analistas vieron este teslablog, aún faltaba un año para la puesta en marcha de la primera red interconectada entre las universidades de UCLA y Stanford, es decir, para el nacimiento de Internet (y aún más para el de la World Wide Web). Lo que plantea una pregunta aún más inquietante: si en 1969 Internet era poco más o menos que un prometedor pero balbuceante proyecto, ¿cómo es posible que en este primer teslablog un joven Tesla se afane en comprender cómo funciona? (recordemos que la cinta se descubrió en 1943). Lo que no es tan inverosímil, conociendo la capacidad intelectual del genio serbocroata, es que en tan solo veinticuatro horas nuestro protagonista se convierta en un experto en Internet, hasta el punto de permitirse el lujo de corregir a los grandes gurús del negocio: Bill Gates, Mark Zuckerberg (al que tilda de “triste”) y a “los de Google”. Estas llamadas, que obviamente ninguno de los implicados confiesa recordar, generan una curiosa paradoja meta-temporal, ya que forzosamente se realizaron cuando ninguno de ellos había nacido. Es más, imaginen la sorpresa de los analistas cuando, tras el primer visionado de la cinta, confirmaron que tan solo uno de los tres receptores de las llamadas de Tesla vivía: un chico de trece años llamado Bill Gates. Los otros simplemente no habían nacido aún.
Hasta la fecha, el exhaustivo análisis de los registros telefónicos no ha dado pruebas concluyentes de que dichas llamadas realmente se produjeran alguna vez (aunque la búsqueda es compleja pues se extiende más allá de dos décadas). A pesar de todo, fuentes pertenecientes a Microsoft, Facebook y Google, y que desean permanecer en el más absoluto anonimato, han confesado que todos los programas mencionados por Tesla en este prólogo experimentaron extrañas mejoras y modificaciones, en ningún caso documentadas, y cuya fuente ninguna de las empresas mencionadas se atreve a reconocer.