Tesla y Mark Twain Una de las fotografías más conocidas de Nikola Tesla no es una fotografía de Nikola Tesla. Bueno, sale Tesla, pero detrás, como entre bastidores; en primer plano, la imagen muestra a un señor elegantemente vestido, con un gran mostacho, que sostiene una bombilla encendida.
Ese señor ha pasado a la historia con el nombre de Mark Twain. Aunque haya llegado a esta página por haber sido amigo de Tesla, no sobra recordar que Twain es uno de los más grandes autores de la literatura en lengua inglesa.
Mark Twain, nacido en 1835 y cuyo nombre real era Samuel Langhorne Clemens, comenzó su carrera de escritor de la manera más habitual en la época: publicando relatos y anotaciones de viajes en la prensa, la mayor parte de ellos de tono humorístico. Ya tenía varios libros y alguna fama cuando en 1876 publicó The Adventures of Tom Sawyer, que tomaba como materia narrativa recuerdos y personajes de su infancia; uno de ellos sería después el protagonista de Adventures of Huckleberry Finn, aparecida en 1884 y considerada su obra maestra y uno de los hitos de la Gran Novela Americana.
También han sido muy apreciados por multitud de lectores otros libros suyos como la fábula histórica sobre The Prince and the Pauper o la narración de los viajes en el tiempo de A Connecticut Yankee in King Arthur’s Court, entre otros. Como cuenta Katherine Krumme en su estupendo artículo “Mark Twain and Nikola Tesla: Thunder and Lightning” (publicado en Engineering en 2000 y disponible en Internet), la amistad entre el escritor y el inventor fue tan firme que se prolongó hasta más allá de lo esperable: en 1943, cuando Twain ya llevaba 33 años muerto, Tesla aún seguía tratando de hacerle llegar algo de dinero para sacarlo de algún apuro.
La tendencia a la bancarrota fue solo uno de los rasgos que los unieron; otro, quizá el cimiento de la amistad, era la admiración mutua: Tesla era tan aficionado a la obra de Twain como Twain lo era a los experimentos de Tesla, incluso a cierta plataforma vibradora cuyos efectos laxantes se cuenta que probó.
Es de agradecer que la fotografía que ha quedado como símbolo de la relación entre ambos no se tomara durante esa visita de Twain al laboratorio de Tesla sino en otra, en 1894. Sobre el fondo borroso, la imagen nos deslumbra no solo por la luz incandescente de la lámpara sino por el brillo, más intenso, de los genios.